Vengo de la revisión trimestral. Todo bien. Debería estar feliz. Sin embargo, cada vez me cuesta más responder a las mismas preguntas, escuchar de nuevo el anamnesis de mi vida, ese pasado que trato de olvidar cada día, pero que es imposible.
Y es imposible porque no lo tengo que olvidar, lo tengo que amar.
Hay que ser como el café, que a altas temperaturas no se endurece ni se ablanda, sino que sabe sacar su mejor aroma y sabor.
Todavía me queda mucho para ser café...